En 1953 murió Stalin. En 1956 el nuevo líder del PCUS era Kruchev (“la cara humana del Comunismo”), que condenó el Stalinismo y volvió a la política de “coexistencia pacífica” con el bloque de EEUU. Por tanto, la aparición de este líder así como la llegada a la presidencia de EEUU de J.F. Kennedy (también partidario de la coexistencia pacífica y el desarme), parecían anunciar que la Guerra Fría iba a terminar o que al menos no iba a ser tan intensa en los años 60. Con el tiempo, las cosas no evolucionaron así pues, entre 1961-62 estos dos líderes deberían afrontar la “Crisis de los Misiles de Cuba”, posiblemente el momento en el que la Humanidad ha estado más cerca de una guerra nuclear.
De todos modos, hay varios factores que explican que la Guerra Fría fuera perdiendo virulencia poco a poco.
Por un lado el intento de Hungría de separarse del Bloque Soviético (1956), que fue abortado por la intervención directa del ejército ruso, demostraba que los bloques no eran monolíticos y que había varios países que estaban en ellos contra su voluntad.
Por otro lado, está el Movimiento de los Países No Alineados que nació en la Conferencia de Bandung (1955). En esta Conferencia se reunieron varios países que no aceptaban pertenecer a ninguno de los dos Bloques y de hecho, repudiaban la Guerra Fría, pues consideraban a las dos superpotencias como posibles agresores y como explotadores de los recursos del Tercer Mundo al igual que había ocurrido con las Metrópolis Coloniales. Entre estos países No Alineados se encontraba la Yugoslavia de Tito, el Egipto de Nasser y otros países recientemente descolonizados como La India de Nehru y la Indonesia de Sukarno. Este movimiento animaba a los nuevos países que se descolonizaban de sus antiguas metrópolis (en Asia y África), para que se unieran al Movimiento de Países No Alineados y no se adhirieran a ningún bloque.
Asimismo, hay que citar la irrupción del Mundo Árabe en la política internacional, especialmente con el Conflicto del Canal de Suez en 1956. Hay que recordar que los países árabes habían sido dominados de una u otra manera por otras potencias hasta la Segunda Guerra Mundial (primero por el Imperio Turco y después por Inglaterra y Francia). El interés de Inglaterra por Oriente Medio creció tras la Primera Guerra Mundial debido al petróleo. Para dominar mejor este territorio, Inglaterra había impedido que se formara un estado árabe fuerte en la zona, y en su lugar se formaron diferentes estados (Arabia, Irak, Siria, etc.), gobernados por reyes dominados hasta cierto punto por los británicos. Sin embargo, fue la cuestión de Palestina la que provocó el surgimiento de un sentimiento islámico revolucionario y antioccidental. En 1947, EEUU y otros países occidentales favorecieron la formación del Estado de Israel lo cual significaba que los Palestinos perdieran parte de sus tierras y que Jerusalén, su ciudad santa estuviera en peligro de caer en manos de los judíos.
Uno de los primeros movimientos revolucionarios islámicos fue el de Nasser que se sublevó en Egipto contra el rey Faruk, protegido por los británicos (1954). Inmediatamente Nasser llevó a cabo un plan para modernizar Egipto. Este consistía en construir un gran embalse para producir electricidad (la Presa de Assuan sobre el Nilo). Dado que las potencias occidentales no querían financiar este proyecto, Nasser procedió a la nacionalización del Canal de Suez para financiar su proyecto (1956). Los británicos y franceses, que administraban el Canal, protestaron, pues lo consideraban altamente estratégico e intervinieron militarmente en la zona con la ayuda de Israel. Inmediatamente EEUU y la URSS denunciaron ante la ONU la agresión británica por considerarla como una ocupación “colonial” y antidemocrática. Los británicos tuvieron que retirarse (a partir de entonces toda su política exterior estaría condicionada por EEUU). Entretanto Kruschev aceptaba que la URSS financiara la Presa de Assuan. Esta financiación supuso cierta influencia de la URSS en Egipto, pero ni Egipto ni otros países árabes se integraron en el Bloque del Este.
Por tanto, la aparición del Mundo Árabe en el escenario internacional indicaba que la Guerra Fría no era sólo cuestión de dos bloques ideológicos, sino que existían otras fuerzas que complicaban el escenario internacional.
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