jueves, 21 de febrero de 2013

Textos sobre la Crisis de 1929


En las noches de verano se oía música en la casa de mi vecino.
En sus azules jardines, hombres y mujeres iban y venían, semejantes a polillas, entre los susurros, el champaña y las estrellas. Por las tardes, a la hora de la marea alta, contemplaba a sus huéspedes zambullirse desde el trampolín de su piscina, o tomar el sol en la cálida arena de su playa, en tanto que sus dos lanchas a motor cortaban las aguas del Sound arrastrando, sobre cataratas de espuma, veloces acuaplanos. En los fines de semana, su Rolls Royce se convirtió en ómnibus, transportando gente desde o hacia la ciudad [...]. Y los lunes, ocho criados, incluyendo un jardinero extra, trabajaban todo el día [...] reparando los destrozos de la noche anterior.Cada viernes llegaban, enviados por un frutero de Nueva York, cinco cajones de naranjas y limones; cada lunes salían esas mismas naranjas y limones por la puerta trasera, convertidas en pirámide de secos gajos. En la cocina había una máquina que, en media hora, extraía el zumo de doscientas naranjas, si el pulgar del mayordomo apretaba doscientas veces un botoncito.
F. Scott Fitzgerald, El gran Gatsby, 1925

«[...] el trabajo del hombre y de la naturaleza, el producto de las cepas y de los árboles, debe ser destruido para que se mantenga el curso de los precios, lo que significa una abominación que sobrepasa cualquier otra. Hay cargamentos de naranjas arrojados por todas partes, la gente viene desde lejos para cogerlos, pero no lo consiguen, porque se envía a hombres encargados de rociar con petróleo los montones de naranjas [...]. 
Un millón de muertos de hambre necesitan fruta y, sin embargo, se riegan de petróleo las montañas doradas de naranjas [...]. Y los niños atacados por la pelagra mueren porque cada naranja debe rendir un beneficio. Y como causa del fallecimiento se escribe en el registro: muerte por subnutrición. Y todo esto porque los alimentos se pudren, porque se les fuerza a que se pudran. En el alma de la gente engordan y maduran las uvas de la ira anunciando las próximas vendimias».
John STEINBECK, Las uvas de la ira,1939



No hemos conseguido todavía la meta, pero, si se nos da la oportunidad de proseguir la política desarrollada durante estos últimos ocho años, pronto, con la ayuda de Dios, estaremos en condiciones de ver el día en que la pobreza quedará desterrada de esta nación. No hay mejor garantía contra la pobreza que el pleno empleo. Esa es la meta de la política económica que propugnamos.
Herbert Hoover, The New Day. Campaign Speeches of Herbert Hoover, 1928.

 [...] Nuestra tarea prioritaria es hacer que la gente vuelva a trabajar. Esto se puede conseguir mediante un reclutamiento directo por parte del gobierno. [...] Nosotros podemos facilitar larealización de este objetivo aumentando el precio de los productos agrícolas, y con éstos la capacidad adquisitiva de los agricultores. Podemos facilitarlo insistiendo para que el gobierno federal, el de los Estados y los gobiernos locales se pongan a trabajar inmediatamente para reducir de una forma draconiana sus costes de funcionamiento. Podemos facilitarlo unificando las ayudas a las víctimas de la crisis. [...] Podemos facilitarlo planificando y supervisando a nivel nacional todas las formas de transporte, de comunicaciones y de servicios que tienen claramente un carácter de interés público [...].
Finalmente, en nuestro camino hacia la plena ocupación, necesitaremos llevar a cabo tres medidas destinadas a prevenir un retorno a los malos tiempos pasados: tendrá que haber una estricta vigilancia de todas las actividades bancarias, financieras y de inversiones; habrá que limitar las actividades de los que especulan con el dinero de los demás; habrá que asegurarse de que nuestra divisa sea a un tiempo adecuada y saneada. [...]
Nuestras relaciones comerciales internacionales, aunque tienen mucha importancia, son, hoy, secundarias respecto a la necesidad de establecer una política nacional saneada [...].
Primer discurso de inauguración de F.D. Roosevelt el 4 de marzo de 1933
Wall street tuvo hoy una de sus peores crisis desde los días memorables del estallido de la guerra. [ ...I Las ventas de hoy llegaron a un total de 12.894.650 acciones, cifra que constituye un récord para todas las épocas y las cintas de los registradores automáticos no pararon hasta las 19,08 horas, cuatro horas después del cierre del mercado. [...] La consternación y desesperación del  público que se agolpaba en las oficinas de los corredores de bolsa pueden fácilmente imaginarse. [...] Al cierre los precios cotizados presentaban un cuadro desastroso, pues centenares de acciones se vendían a la cotización, o muy aproximada, habida en los momentos de más declinación del año en curso y de 20 a 100 dólares más bajo que los altos precios récord registrados en los meses recientes. [...]
Media docena de corredores de bolsa se desvanecieron y tuvieron que ser llevados al hospital. Según algunos corredores veteranos, las escenas de hoy han sido las peores desde 1914. Las oficinas de corredores estuvieron obligadas a liquidar las cuentas de los especuladores sin contemplaciones y sin el anuncio previo formal, y millares de acciones fueron lanzadas al mercado a cualquier precio, pues los márgenes más amplios eran insuficientes para proteger a los corredores. En las dependencias destinadas a la clientela de las oficinas de los corredores se presenciaron escenas patéticas, pues los especuladores arruinados se dejaban caer, anonadados por su ruina y lloraban, mientras otros aparecían atontados por la desgracia que les había caído encima.
Un periódico español de la época: La Nación, 25 de octubre de 1929

No hay comentarios:

Publicar un comentario